EL CUERPECITO
El
cuerpecito sin vida no yace sólo en la playa. Se pasea por el mundo y entra en
los hogares de millones de cuerpos vivos que se horrorizan ante su presencia.
Es la venganza involuntaria, la evidencia del horror, la imagen de la sinrazón,
el bofetón directo a un inmenso grupo de individuos que, compartimos
características genéticas, y que respondemos genéricamente al engañoso nombre de humanidad.
La vida que
habitaba en el cuerpecito no tenía país, ni nacionalidad, ni señas de identidad
diferenciadas, ni origen concreto. Tampoco tenía religión, ni prejuicios, ni
orientación política… . Sólo el misterio de estar vivo. Esta vida, truncada en
todo su esplendor, quizá hubiera entendido más adelante las miserias y
mezquindades del género al que perteneció. Quizá hubiera seguido sus pautas, o
quizá se hubiera opuesto a ellas. Qué más da. No ha tenido ni la oportunidad
siquiera de conocerlas.
El
cuerpecito no está sólo. Miles, millones de vidas abandonan sus cuerpecitos
cada día en una vorágine de terror incomprensible para la gran mayoría de los
que aún seguimos en nuestros cuerpos. Pero no, no somos capaces de hacer nada…
. En nuestras miserables vidas siempre gobierna el día a día. Ese absurdo día a
día que basa la existencia en la supremacía de unos sobre otros, desde las
cosas más mundanas, hasta la más compleja de las relaciones. Y sabemos que
todos somos cómplices de que este cuerpecito esté inerte. Pero, qué más da.
Hemos encontrado la fórmula para escandalizarnos y mirar para otro lado.
Podemos seguir el día a día, y eso es lo único que importa.
No tuvo que
ser fácil la vida del que se fue del cuerpecito, no ya sólo por las
circunstancias que la rodearon, sino porque la naturaleza la diseñó para
amamantar, conocer, jugar, relacionarse y, finalmente, comprender… . Comprender
que había nacido en una especie que, por muchos siglos que pasen, sigue sin
saber organizarse, sin aprender de sus errores. Una especie incapaz de impedir
que millones de cuerpecitos se queden sin vida en una espiral de terrorífica
sinrazón antinatural.
El
cuerpecito debería estar en todos los despachos de los que toman las decisiones
que originan cuerpecitos inertes. Al menos, ya ha entrado en millones de
hogares, en los que millones de personas, seguirán haciéndose preguntas. Quizá
haya servido de algo… O quizá no. La vida que habitó en el cuerpecito,
afortunadamente, nunca comprendió nada de esto… . Pero seguro que, desde su
incipiente conciencia de niño, se hizo preguntas
… .
Aylan Kurdi tenía tres
años. Su cadáver apareció el miércoles 2 de septiembre de 2015 en la playa de
Bodrum, uno de los principales destinos turísticos de Turquía. El pequeño
escapaba, con su familia, de la ciudad kurdo-siria de Kobani, donde gobierna el
Estado Islámico.
Rafael Cuevas 2015
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