LAS MIL CARAS DE SEVILLA


En esta ciudad con mil caras llamada Sevilla, llama la atención ese afán popular de diferentes grupos de iguales de atribuirse el "sevillanismo oficial", ese concepto abstracto del que tanto saben tantos de los que vivimos aquí.
El concepto, ya de por sí indefinible, es aplicable a todos y cada uno de los microespacios que conforman este conglomerado único en su especie llamado Sevilla.

La Sevilla "oficial", esa que se atribuyen aquellos que se mueven entre las más rancias y abolengas tradiciones, es cada vez menos "sevillana", desde que las redes sociales y las nuevas formas de comunicación masiva y la moda, invadieron nuestras inventadas costumbres. ¿Hay algo menos sevillano que un caballo "mu" grande, en una camisa de avivados colores, montado por un tio con un palo?. Pero ¿esto qué es, chiquillo?... Pues bien, esa nueva tribu, cuyos atuendos consistían en colores patrios en la espalda y tíos jugando al polo, invadió las entrañas de los círculos más castizos e intocables de la ciudad de una manera totalmente natural. Pero criatura de Dios, ¿Hay algo menos sevillano que jugar al polo?!

Pues difiero. No hay nada más sevillano que unificar criterios de buenas a primeras y considerar, por acuerdo común, lo que "é" y lo que no "é". 
Claro, que lo que "é" para algunos, para otros no "é"... y aquí es donde viene el problema: ¿Quien es más sevillano que quien?
Esta pregunta, de imposible respuesta, es la que hace de esta ciudad una rara avis en el mundo de las grandes urbes. Porque ¿qué sería de Sevilla sin la confrontación?. ¿Qué pasaría si nuestra famosa dualidad se perdiera?. Sería una catástrofe de consecuencias incalculables.

Los vanguardistas, culturetas y progres no tendrían a quien echarle las culpas de lo provinciana y cateta que es la ciudad.
Los defensores de la tradición de rancio abolengo no podrían echarse las manos a la cabeza, cada vez que se inaugura una construcción sin geranios.
Los raperos de barrios periféricos no sabrían a quien culpar en sus letras. 
Los coros rocieros y grupos afines, como Siempre Así, no tendrían una hornada de fieles seguidores, donde se sienten identificados (muchos de ellos, con sus caballos "mu" grandes en sus camisas de colores)... .

Se cerrarían bares y tabernas porque no habría temas de conversación que los sostuvieran. La hecatombe, vamos, la hecatombe.

Aquí, y eso lo sabemos todos... todos necesitamos de todos. Sin un referente frente al que posicionarnos seríamos una ciudad "mu" bonita, eso sí, pero una ciudad más.

Y por eso hay mil Sevillas, y todas tan sevillanas (o más) que las otras.


Y por estoy yo tan orgulloso de ser sevillano.

 Por convivir con sevillanos ilustres como David Linde, que vive en un bolero, agitando siempre la vida cultural sevillana y desafiando, con su afilado verbo algunos "valores" de la "Mariana Ciudad". O por coincidir en el Vizcaíno con los Mods de la Algaba (Bernal y Miguel). O porque un tío, llegado de Torremolinos, y vista como un Rocker de los 80 monte un bar de huevos fritos y carnaca... ¿Hay algo más sevillano que encontrarte Chencho Fernández con alguno de los Sentíos una mañana en una taberna, cuando vienen de empalme?. 

(Bueno, ya me estoy metiendo en calle Feria/Alameda, y esto daría para mil artículos más, así que continuo)

La Sevilla que yo quiero es la que se multiplica por mil, la que tiene mil caras; todas ellas igual de sevillanas. Esta Sevilla que llega hasta Alcosa, donde está el Pájaro dando los últimos retoques a su disco.
 La Sevilla de los capillitas que no desaparezca nunca por dió!.
 Pero tampoco la del culebra y el Loren, la de Pedro el feo, la de Juan Cuevas y los poetas malditos, la de Juaneque pisitosycharleques, la de Jose el del Corto, la de Fran Willbury con su tupé, la de Antonio Molina, la de Pepa la del Divino, la de Julio Fraga y el mundo de la farándula, la del gran Tomás Álvarez y su discurso siempre brillante, la de Ale Reyes, la del Pekas, la de Pepe el Muerto que, aunque haya echado sus puertas, sigue presente.... la de Don Silvio Fernández Melgarejo...
 La de tantos y tantos que van desparramando sevillanía por doquier, muchos sin saberlo y otros sin quererlo, para deleite y/o desesperación del foráneo.

Rafa Cuevas. Diciembre 2015

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