CAZADORES DE TROFEOS

CAZADORES DE TROFEOS

No es mi intención con este artículo hacer una crítica fácil y amarillista de la actividad cinegética, práctica ancestral tan natural como la misma existencia del hombre y de la que no estoy documentado en cuanto a los pormenores de su práctica en estos tiempos que corren. Muy al contrario, creo firmemente que es a todas luces injusto equiparar y hacer comparaciones entre profesionales y aficionados de la materia, con individuos de la calaña del tipo que mató a Cecil.
Los cazadores de trofeos son tipos oscuros por dentro y radiantes por fuera. Nuevos ricos que, al amparo de una cobertura económica frondosa, y una posición social privilegiada, utilizan sus recursos en caprichos inalcanzables para el común de los mortales. Tipos blandengues y cobardes que sacan a relucir su podredumbre con actos criminales contra la vida de otros seres vivos de una forma organizada y macabramente estudiada.
El individuo que mató a Cecil es un canalla, un delincuente y un asesino. Y lo digo sin ambigüedades y de manera clara y directa. Cada vez que miro la sonrisa vacía detrás de esa dentadura de muñeco perfectamente falsa, y la belleza majestuosa de Cecil tendido a sus pies, siento escalofríos. Escalofríos de ver los contrastes que nos ofrece la madre naturaleza, que siendo cruel en su esencia, incrementa esta crueldad con actos tan mezquinos, carentes de cualquier sentido.
Todo ser vivo caza. El hombre, a su forma, también es un cazador. La vida es un desafío constante a la muerte. Pero estas reglas universales por las que se rigen las relaciones naturales, tienen un único fin: la supervivencia. 
Los cazadores de trofeos tienen más que asegurada la supervivencia. Suelen tener casas espléndidas, coches de alta gama y rifles y arcos de última generación. También están bien relacionados socialmente y tienen contactos con altos cargos en los países de orígen y de destino.
 Curiosamente, los leones, elefantes, panteras, gamos, jirafas o rinocerentes que se llevan como "premio", suelen ser también los privilegiados de sus habitats y esto es, quizá, lo que les atrae en sus almas podridas.
Y sin entrar en otro tipo de consideraciones, relativas a la conveniencia o no de la actividad cinegética con un orden establecido, disparar con un fusil o una flecha a un animal que vive tranquilo conforme a las leyes de la naturaleza, por mera diversión, es uno de los actos más repugnantes que un ser humano puede realizar.
NOTA: 
Cecil murió el 7 de julio, después de una agonía de 40 horas, en las afueras del parque nacional de Hwange. Recibió un disparo de flecha que no fue mortal, por lo que el animal deambuló todo ese tiempo hasta que falleció.

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